Wednesday 23 November 2011

soneto del cabrito

Voy a cantar la loa del cabrito,
cantar pierna, paleta y riñonada
(con esa entraña que es joya enterrada
y vive entre la realidad y el mito).

Voy a cantar con todo mi apetito
una canción de amor desesperada:
Bestiecilla al pastor o bestia asada,
cabrito al horno y hasta cabro frito,

alzo por ti este breve monumento,
por tu piel en que brilla algo ambarino,
por tu carne perfecta y que no muda.

Tierno cabrito, piénsote en mi cruda:
no faltes –ya lo dijo el argentino
a mis labios en el postrer momento.

Friday 15 July 2011

una canción francesa (qué bueno ser señorita)

Qué bueno ser señorita,
cuando sale aquella estrella
y ya cae la noche plena,
pues acá en esta camita:

me chupan la golosina,
me acarician el salmón,
me almidonan la camisa,
y me pican el bombón;

me friccionan la península,
me rellenan el salón,
me repulen la joyita
y me pelan el melón;

me aperturan el chiquillo,
me recubren el terrón,
me resoplan el fundillo
y me dan la picazón;

me atiborran la cereza,
me varean la colación,
me alimentan con certeza
y me yelan el tizón;

me estiran el langostino,
me recortan el vellón,
curan mis labios partidos
y me toca recargón;

me frotan el cascanueces,
me apapachan el calzón
o me miden el aceite
y me hieren el chupón;

me cabalgan la panela,
me aproximan camarón,
vuela ya la pantaleta
y comiendo qu’es ostión...

Y si pregunta la gente:
“¿Pero qué haces tú de día?”,
yo contesto simplemente:
“De día cojo, ¿qué creías?”

original: acá

Wednesday 13 July 2011

el ejército mexicano toma nueva york

He aquí una excelente noticia: en Nueva York –la ciudad más emocionante del mundo (si no me crees, pregúntale a un neoyorquino)– nos ven como una fuente inagotable de placer. Las fuerzas armadas mexicanas, provenientes principalmente de Puebla, ocupan estratégicos puestos clave en la guerra más ardua: la de la efímera dicha del servicio restaurantero. Con la frente en alto o cabizbajos, susurrando mentadas incomprensibles para el gringo promedio o alzando la voz al llamarlo a recoger su bendita orden, extendiendo sobre sus piernas la servilleta o detrás de la línea de fuego de la que saldrá esa ponderable cheeseburger, los ultraeficaces soldados del ejército mexicano están comandando la distribución de esa felicidad que en español llamamos comida, alimento, vianda, puchero, condumio, manduca, y en inglés food, chow, eats, bite, foodstuff.

El sexto capítulo de The Nasty Bits, libro de 2006 de Tony Bourdain –¿hay algún neoyorquino más placentero que este mediano cocinero y gran escritor? Lo dudo–, empieza con una serie de preguntas. “Seamos dolorosamente honestos –dice–: ¿quién está cocinando? ¿Quién es la espina dorsal del negocio restaurantero gringo? ¿Quién cerraría con su partida casi todos los buenos restaurantes, antros, centros de banquetes de las grandes ciudades de Estados Unidos? ¿De quién es la sangre y el sudor que permiten que cocineruchos blancos como yo vayan por el mundo y hagan programas de tele, libros horrendos, artículos intragables? ¿Quiénes, libra a libra, son los mejores cocineros italianos y franceses de Nueva York?” Y culmina: “Si eres chef, si eres gerente o dueño, ya sabes la respuesta: los mexicanos.” Una verdad. Una ostentosa verdad.

Acaso argüirás, entonces, que hay una inclinación neoyorquina por ver a los mexicanos como instrumentos (en el peor de los casos) o como agentes (en el mejor) mas no como legítimos creadores de comestible placer. He aquí otra excelente noticia: te equivocas. El agua de horchata (¡1 dólar nomás!) de Super Taco, en la esquina de la 96 y Broadway, ha sido llamada por Serious Eats “la mejor bebida de todos los tiempos” (7.8.2008); El Rey del Sabor, el sensacional camioncito de Rosa y Vilio Cardoso (tiene tres locaciones, todas en Midtown), quedó finalista este año en los Vendy Awards a la mejor comida callejera; la tortillería Nixtamal de Queens ha recibido elogios desmedidos del supuestamente imperturbable New York Times (7.21.2009), de New York Magazine (7.20.2009) y Time Out (1.19.2010); los restaurantes mexicanos El Paso, Taco Taco, Mesa Coyoacán y el revolucionario Hecho en Dumbo están en la lista de recomendaciones BIB Gourmand de la esotérica guía roja Michelin de este año; los tacos Calexico Carne Asada le han cambiado la cara y los antojos a los vecinos de Park Slope, Brooklyn, la “mejor colonia para vivir en Nueva York”, según un estudio del experto en estadística Nate Silver (New York Magazine, 4.11.2010).

Inútil prodigar más ejemplos. Los mexicanos imaginan alguna de la mejor comida neoyorquina –principio de cualquier noche placentera–, la cocinan, la colocan en el plato, la llevan a la mesa, la recogen de la mesa. El neoyorquino conoce o intuye su curiosa dependencia de ese mexicano: el mexicano es la parte indispensable de esa satisfacción.

(Alguien más perspicaz que yo, con estos mismos elementos, podría pensar: el mexicano es el siervo del neoyorquino adinerado; es un tornillo más de la maquinaria comestible; el campo mexicano es el patio trasero de los elevados apartamentos del Upper East Side. Acaso estaría en lo correcto. Yo, hoy nada más, porque estoy de muy buen humor, elijo decir que no es así.)

Aparecido originalmente en Gente, dic 2010

Friday 24 June 2011

celebración de the onion


[denle el Pulitzer]


¿Cómo decirlo sin sonar hiperbólico? A ver si así: The Onion es el mejor periódico publicado en el mundo en este momento. Éstos son, como siempre, días difíciles para la prensa atrevida. Y sin embargo The Onion se sale inevitablemente con la suya. Lo fundaron Tim Keck y Christopher Johnson, jóvenes de la universidad de Wisconsin-Madison, en 1988. (En 1989 se lo vendieron a su editor en jefe, Scott Dikkers, y al gerente de ventas de publicidad, Peter Haise.) De Dios para abajo, no hay un tema que The Onion no se atreva a tocar, y lo hace con un humor que desconoce totalmente los límites del buen gusto, del respeto al prójimo. Suele reportar hechos ficticios pero eso es lo de menos: verdadera es la agudeza, verdadero el ingenio.

Su cobertura de México suele ser puntualísima. El 6 de julio de 2009, por ejemplo, anunció: “México construye muralla en su frontera para alejar gringos imbéciles”: es falso el hecho, verdadero es el oprobio. El 7 de diciembre, 2009: “La DEA recluta a Lil Wayne para consumir toda la droga producida en México”: verdadera es la cantidad de mierda producida orgullosamente por acá. ¿Puede sorprender que el 20 de septiembre del año pasado encabezara: “Mexico, killed in drug deal”, que el 23 de junio, 2001, encabezaran: “Reporter spends month undercover in mass grave"en “San Fernando, México”, o que en su momento publicara un editorial firmado por Vicente Fox (07.09.2005), en que éste se dirigía a los pueblos hermanos de Estados Unidos y México y les decía: “No tenemos nada que temer, salvo el Chupacabras”? Verdadera era la idiotez de ese cabrón, verdadero el chupacabras.

Dije: de Dios para abajo, pero, de hecho, el intercambio de Dios y sus creaturas es uno de los asuntos centrales del reporteo The Onion. El periódico ha hecho sorprendentemente compatibles la existencia del Mal en el mundo y la de Dios. (Ver The Onion and Philosphy, Open Court, 2010.) El 8 de noviembre de 2008 publicó esta noticia: “Dios regresa de vacaciones de dos mil años”; el 18 de octubre de 2000, un reportaje en que Dios declaraba no haber pensado en la tierra “desde hace siglos”, el título era: “Dios se pregunta qué fue del planeta donde había puesto unos changuitos”. Dios es ineficaz: “Dios llega tarde a boda” (11.12.2002); taimado: “Israelitas demandan a Dios por violación de la Alianza” (23.02.2000); enfermo: “Dios, diagnosticado de bipolaridad” (02.05.2001). Verdaderos, cósmicamente verdaderos, son los errores y la negligencia de Dios.

El día a día de The Onion es salvajemente divertido. El 7 de diciembre pasado, un día antes del aniversario treinta del asesinato de Lennon, reportó: “Crece anticipación por la futura muerte de Paul McCartney”; el 3 de diciembre, hablando de transparencia, encabezó: “El Pentágono mantiene en secreto su presupuesto por respeto a la familia americana”; el primero de diciembre publicó una nota que decía: “El Gobierno de Estados Unidos ha considerado la filtración de documentos por Wikileaks ‘la gota que derramó el vaso’ y ha decidido despedir a Julian Assange de su puesto como Director de Tecnologías de Información del Pentágono”. Los hechos son falsos, verdaderas la miopía y la ineficacia.

The Onion es el bufón de la corte y su corte, venturosamente, es el mundo. En el cuento Emma Zunz, de Borges, la protagonista asesina a un hombre e inventa una historia que la exculpa de ese asesinato. Su último párrafo podría perfectamente aplicarse a las historias de The Onion. Dice así: “La historia era increíble, en efecto, pero se impuso a todos, porque sustancialmente era cierta. Verdadero era el tono de Emma Zunz, verdadero el pudor, verdadero el odio. Verdadero también era el ultraje que había padecido; sólo eran falsas las circunstancias, la hora y uno o dos nombres propios.”

[aparecido en enero, en Vértigo/Info 7]



[extra: bebé con SIDA le da la manita a un reportero de The Onion]

Wednesday 1 June 2011

otra forma de comer



I
Los años que van de 1919, digamos, a 1945 son monstruosos. No es totalmente arbitrario arrancar la lista de horrores con los juegos mentales pintados sobre el fondo angular, desquiciante, del doctor Caligari, hipnotizador, y el sonámbulo Cesare (“lleva dormido veinte años…”), que en su sueño puede predecir el futuro y al que Caligari fuerza a matar. Ese horror es también un comentario político: Caligari es el Estado y Cesare las masas enviadas a matar y a morir por millones. (Cuando la estrenaron, se decía que Caligari era “cubista”, pero ya está claro que no tiene mucho que ver con el movimiento de Picasso y Braque, que trata de perspectivas sobrepuestas y simultáneas, sino con el expresionismo, que fuerza las perspectivas convencionales y las convierte en configuraciones cargadas de emoción.) En 1921 Nosferatu sobrepuso, por primera vez en el cine, lo animal y lo humano: la imagen de ese conde Orlock, en un traje largo y negro, con la cara de una rata deforme, produce un horror que cuesta mucho trabajo sobrellevar. Willard Huntington Wright había dicho que Caligari representaba “la inevitable línea por la que el cine debe evolucionar”: Nosferatu, pavorosamente, le daba un principio de razón. También esos pestilentes fotogramas olían a los despojos de la guerra: el fantasma de los muertos que camina junto a nosotros. Hubo, claro, más películas con un profundo sentido del doppelgänger: El Golem de Paul Wegener, Las manos de Orlac, dirigida, como Caligari, por Robert Wiene, El estudiante de Praga de Henrik Galeen (que había decorado Nosferatu)… Y el Théâtre du Grand Guignol, fundado en 1897 en París, para mediados de los veinte ya era famoso por su hipersanguinario y realista repertorio de historias de violencia extrema, cuyo chef d’horreur era el delirante André de Lorde. Y vinieron las desfiguraciones de Lon Chaney, con la piel como estirada en El fantasma de la ópera y la dentadura de tiburón en London alter midnight (1927), el primer abismo de Tod Browning, que después haría Drácula, con fortuna monetaria, y Freaks, que pertenece al cineclub del infierno. Eran tiempos jodidos, “espartanos”, célibes: los vampiros cambiaban pitos y vaginas por el colmillo y el cuello, Frankenstein daba vida por fin despachando de la mujer (“With my own hands!”), el doctor Jekyll se dividía en dos como una amiba y los freaks mostraban los resultados espantosos que puede tener un coito cualquiera. King Kong destruye Nueva York y muere en la cima de un falo, con el trofeo de Fay Wray en la mano. Hay asesinatos en la rue Morgue, con la linda Arlene Francis crucificada casi en cueros por Lugosi; hay una Isla de las Almas Perdidas (1932) con animales transmutados a antropoides (o al revés) y un Charles Laughton que es puro pelo; hay quemaduras más allá de los grados en el Mistery of the Wax Museum y el hombre lobo (1941) y la primera Mujer pantera también (1942). Ya Abel Gance, en 1937, había hecho marchar a los muertos (soldados realmente deformados por la guerra) al lado de los vivos en J’Accuse...

II
Pero nada de eso nos había preparado para los Tres estudios de figuras en la base de una crucifixión que Francis Bacon exhibió en la Lefevre Gallery de Londres en abril de 1945. En el Guernica (1937) Picasso había adelantado la demolición del ser humano, distorsionándolo y rompiéndolo hasta el pavor y el final de las esperanzas, pero Bacon va más allá: estos organismos han dejado de ser humanos: son "abstracciones" depredadoras (el origen de la figura de en medio, al parecer, se puede localizar en dos obras destruidas de Bacon: Abstraction y Abstraction of the human form), con un hambre total, insensata, plana, y un grito de dolor sin sentido también: ¿en la base de qué invisible crucifixión sufren estas criaturas? John Russell describió así su pavura: “A la derecha de la puerta había imágenes tan interminablemente horribles que la mente se cerraba a su vista. Su anatomía era mitad humana, mitad animal, y estaban confinadas a un espacio de extrañas proporciones, con el techo bajo y sin ventanas. Podían morder, sondar, mamar, y tenían largos cuellos de anguila, pero su funcionamiento en otros aspectos era un misterio... Lo que tenían en común era una voracidad mecánica, una gula automática, una capacidad de odio rapaz e indiferente. Las tres parecían acorraladas, nada más esperando la oportunidad de arrastrar al observador a su nivel.” Los monstruos de galería de Bacon (dice David J. Sakal) “eran algo más torcido que cualquier otra cosa que su hubiera presentado nunca al público, salvo, tal vez, John Merrick, el horripilante Hombre Elefante que captó la atención de la sociedad victoriana”. Voracidad mecánica: dientes en lugar de cara y el grito del atacante y el atacado: Bacon dijo alguna vez: “el grito visual, la imagen en que ves las encías, los dientes, la saliva, los labios, la carne de afuera... Ese grito puede ser el grito del agresor o de la víctima”. Es bien sabido que al terrible Bacon le gustaba desde chavo el grito de la enfermera herida del Acorazado Potemkin de Eisenstein (1925) y el de la mamá en La masacre de los inocentes de Poussin (1630). Unos meses antes de la explosión de agosto de 1945 un loco ya se había despertado a otra forma de comer.

III
En pintura, ésta es la otra forma de comer: no el regodeo cachondo del Caravaggio en los duraznos culos de muchachos, senos pomelos, nabos penes esperando tus caricias, higos vaginas entreabiertas. Eso no. Abre los ojos: comer es enseñar los dientes, los colmillos, la saliva escurriendo por todos lados; comer es, arrinconado, soltar de tarascadas, deglutir mecánicamente carne, huesos, tierra, mierda, sin sentido, sin fin, hasta que empiezas a arrancar tus propios brazos.

Tuesday 17 May 2011

contra el caso omiso : dos taquerías perfectas



Tengo frente a mí tres recientes guías de la ciudad de México: la dF de la Gente (editorial Mapas), la guía taquera de Chilango (abril, 2010) y “Los mejores tacos gramo por gramo” (Dónde ir, mayo, 2010).[1] Las tres cometen un duplicado error que da para entristecerse siquiera un poquito: no incluyen los mejores tacos del Distrito Federal. (Se me objetará que esas guías funcionan como un consenso y que el consenso es más “objetivo” que la opinión personal. Entonces, que si no aparecen en ese consenso estos tacos es precisamente porque no están entre los mejores de la ciudad. Tal vez, pero yo sé que los tacos que estoy a punto de mencionar son los mejores de la ciudad, y lo sé con una certeza absoluta, como en esos sueños en que dices “soñé que estaba en Viena” y agregas “bueno, nunca he estado en Viena pero sé que era Viena”.)

El primero es el taco del Cuñado. Está en la esquina de Isabel la Católica y Juan A. Mateos, en la brillante colonia Obrera. Es poca cosa: un puesto con llantas encadenado a un poste; un tanque de gas, varias hornillas, una plancha toda negra, recipientes con cebolla y cilantro, pápalo, jitomates y aguacates, bisteces crudos, machitos groseros; uno más, con ternera guisada en su jugo. Superemos es inicial fealdad. Éste es un taco del Cuñado: una tortilla grande, del tamaño de un plato de plástico, doble, que se moja en grasa de cerdo color rojo, tal vez la grosura de una longaniza o un chorizo; bistec sazonado con polvos (sal, pimienta, algo más acaso) y con mucho jugo de limón, directamente en la plancha (el jugo se evapora al instante, el aire se llena de un humo denso, blanco, que huele a tizne); la carne se quema por partes; picada y erigida sobre la tortilla; se cubre de vegetales. Y he aquí su ápice: se salsea con el guiso de ternera. El taco cruje –hace cruj– y su salsa pica la nariz, da filo a los costados de la lengua. No diré más.

El otro se llama taco Toluca (o algo similar; sus amigos le decimos Oliver, como a su taquero), y está en Puente Peredo, entre Aranda y López, barrio de San Juan. Abre intermitentemente, cuando a Oliver se le da la gana o cuando la cruda se lo permite. Hace un tiempo el larguirucho y cadavérico crítico francés Anton Ego, cuya voz es sorprendentemente similar a la de Peter O’Toole y que tú, lector, acaso recuerdes por su participación en Ratatouille (2007), estuvo en el taco Toluca. Esto publicó al día siguiente, en París: “La labor del crítico es sencilla: arriesgamos muy poco pero gozamos de un lugar por encima de quienes ofrecen su trabajo y su persona a nuestro juicio. Nos solazamos en la crítica negativa porque es divertida. Pero la verdad, agria, es que en la gran máquina del mundo una bazofia cualquiera tiene más sentido que la página en que la dictaminamos como bazofia. Hay veces, sin embargo, en que el crítico de veras se arriesga: esto es, en el descubrimiento y defensa de lo nuevo. Ayer me sucedió algo nuevo: una comida extraordinaria de una fuente por completo inesperada. Decir que la comida y su autor han retado mis prejuicios es decir nada: me han sacudido hasta el fondo... Antes me he burlado de la idea de que cualquiera puede cocinar pero después de ayer la he comprendido: no cualquiera puede ser un gran artista, pero un gran artista puede surgir en cualquier parte. Es difícil imaginar un origen más humilde que el del genio que sirve tacos de queso de puerco en Puente de Peredo, centro, DF, pero, en la opinión de este crítico, es uno de los grandes cocineros de México. Estaré volviendo ahí: lleno de hambre y de esperanza.”

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[nota 1] : Bueno, eran recientes cuando apareció este texto en Vértigo.

Wednesday 13 April 2011

nantucket: clam chowder



I
Te dirán de la isla de Nantucket, sola y lejana como el cuidador de un faro, te dirán mírala: codo de arena, sólo playa gris, arena y más arena, te dirán que ahí no crece ni la yerbamala: los hombres de Nantucket tienen que plantarla; que tienen que importar flores del Canadá, pasto del Chiapas mexicano; que la gente venera pedazos de madera como quien, en Roma, venera un vestigio de la santa cruz; que la gente planta árboles muertos, secos, para sentarse a su sombra en agosto; que una brizna de yerba es un pequeño oasis, que tres briznas son una pradera; que están tan encerrados, tan envueltos, tan rodeados, tan enclaustrados, tan hundidos en el fondo de la isla, isla todo, arena, mar y mar y sal y sal, que en las sillas mismas, que en las patas de las mesas y las camas, aparecen de repente almejas pegadas, adheridas como se adhieren al caparazón de las tortugas en el mar. Te dirán eso y tú acaso no lo creas. No importa: yo lo he visto, yo he estado en Nantucket.

Te dirán también que el hombre de Nantucket recogía cangrejos a la orilla del mar, primero; que después ganó arrojo y se aventuró con redes a pescar caballas; que después ganó sabiduría y tomó botes y fue a buscar el bacalao; que después ganó experiencia y construyó grandes barcos y se fue al mar y vio estrechos y exploró este acuoso mundo y lo navegó incesantemente; que en todas las estaciones, en todos los años, en todos los océanos le declaró una guerra eterna al más grande, más fuerte, más monstruoso sobreviviente del diluvio, el Leviatán, el Mastodonte salino, la ballena, la montaña del mar, la isla viviente, hasta que Greenpeace y los verdes, en la América pusilánime, en la Europa pusilánime, dijéronle, como Dios a Job desde el torbellino: he aquí tus límites y de aquí no pasarás. Y esos hombres ahora mueren de tedio, yo los vi entonces, yo vine aquí y trepé a un ballenero antes de que llegara el keroseno (el nombre de ese barco era Penguin), y antes del economista y el político, vegetarianos carniceros disfrazados: no conocían otra dicha que la del océano, el arponero no sabe de la vida en la tierra, no piensa en el goce de la mujer ni en el dador de anillos ni en el arpa sonora, él quiere dormir como la gaviota que en la tarde dobla las alas y la mecen las olas, así él quiere dormir y que bajo su almohada misma nade el león de mar y las ballenas.

II
Yo vine entonces a Nantucket y en la víspera del Penguin cené y dormí en el Try Pots de los Husseys, en el número 2 del Straight Wharf; cené bacalao con cebollas marinado en ginebra y asado directo al fuego y paté de cangrejo y almejas frías con ajo y vino y la señora Hussey me gritó cod or clam!!!??; le respondí, tímidamente, clam, y trajo una sopa, el chowder, y fue como si nunca hubiera yo comido un pez: su vapor era tibio y sabroso, casi lo podías probar; era misterioso y claro al mismo tiempo. Escúchame: lo componían pequeñas almejas jugosas, no eran mucho más grandes que avellanas, mezcladas con trozos de pan marinero y pedacitos de tocino; lo habían enriquecido con mantequilla; con crema; con mucha sal, con mucha pimienta. Y cuando terminé le dije a la señora, casi como una pregunta: cod?; y al rato vino con una sopa de bacalao tan perfecta y tan sencilla como aquélla.

El Try Pots es el lugar con más olor y más sabor a pescado de la tierra. Había chowder en el desayuno, el almuerzo, la merienda, la cena; la entrada: pavimentada de conchas de almejas; el collar de la señora Hussey: vértebras de bacalao; los libros de registro: encuadernados en piel de tiburón; la leche sabía a pescado también –yo vi una vez a la vaca de los Hussey comiendo restos de bacalao, cabezas y colas, de cubetas olvidadas junto al mar–; y cuando me subí a dormir (“¿Qué vas a querer desayunar la sopa, de bacalao o de almeja?”, y le dije: “De los dos, señora, y póngame unos arenquitos, también, por favor”), muerto de terror y de esperanza, las sábanas olían a pescado y la almohada incomodísima a pescado. Al día siguiente nos fuimos en el Penguin.

III
Y luego todo cambió ese mundo y Nantucket se llenó de tráfico y las rentas subieron a lo loco y ahora es para niños ricos, recién salidos de Harvard o de Yale, toda llena de arbolitos; y en donde estuvo el Try Pots seguro hay un Starbucks y las ballenas son un recuerdo incómodo, poético, o arrinconado en un micromuseo, cubriéndose de polvo interminablemente. Y de mí, que huí de la escuela a los 15 años, puedo decir esto: si es que hay algo oculto en mí que queda intacto y bueno; si alguna vez merezco una pequeña bondad en esta cosa cambiante que es la vida; o si logro hacer algo pequeño pero digno; si alguien, tras mi muerte, encuentra en esta página algo válido; desde hoy se lo adjudico a la gloria del antiguo Nantucket y a la sangre de esos días, pues un ballenero fue mi UNAM y fue mi Colmex.

Tuesday 5 April 2011

aubrey's brief lives: edward de vere, earl of oxford

This earle of Oxford, making of his low obeisance to queen Elizabeth, happened to f**t, at which he was so abashed that he went to travell 7 yeares. On his returne the queen welcomed him home & sayd, ‘My lord, I had forgot the f**t.’

montaigne : acerca de los pedos

Les outils qui servent à décharger le ventre ont leurs propres dilatations et compressions, outre et contre notre avis, comme ceux destinés à décharger nos rognons. Et ce que, pour autoriser la toute-puissance de notre volonté, saint Augustin allègue avoir vu quelqu'un qui commandait à son derrière autant de pets qu'il en voulait, et que Vivés, son glossateur, enchérit d'un autre exemple de son temps, de pets organisés suivant le ton des vers qu'on leur prononçait, ne suppose non plus pure l'obéissance de ce membre ; car en est-il ordinairement de plus indiscret et tumultuaire. Joint que j'en sais un si turbulent et revêche, qu'il y a quarante ans qu'il tient son maître à péter d'une haleine et d'une obligation constante , et irrémittente, et le mène ainsi à la mort. Et plût à Dieu que je ne le susse que par les histoires, combien de fois notre ventre, par le refus d'un seul pet, nous mène jusqu'aux portes d'une mort très angoisseuse.

Thursday 3 March 2011

tacos de canasta: una antología







pujol, "cocina de autor"


sucede que esperándote en la mesa,
doliéndome los 900 golpes
–menú degustación en plan sinfónico:
foie gras, atún, magret au mole xico,
los aires, las espumas, las esferas,
los postres que te explotan en el plato,
petits-fours como notas musicales–:
te paras y regresas, vas al baño,
le haces caras al plato de los quesos,
de nuevo tu teléfono y sonríes:
“espérame tantito, voy al baño."
(si tuviera los wevos de botarte:
ai pagas tú la cuenta y hasta nunca!)

Monday 24 January 2011

cochinita pibil : los puntos sobre las íes


hace unas semanas chilango publicó las que, en su opinión, son las mejores cochinitas de la ciudad de méxico. la verdad se vieron fresísimas: california pizza kitchen, el bajío, el turix… en nombre de la justicia informativa (y similares) es necesario señalar las que en serio son las mejores cochinitas de la ciudad: mi taco yucateco, que antes fue un puesto con rueditas y ahora se ha movido a un localito tristísimo de la calle de aranda, en las inmediaciones del mercado de san juan; los arcos, sobre florencia entre londres y hamburgo (enfrente del tahití, para los aficionados a estas cosas), en la que es mejor pedir el chamorro de la cochina que ha otorgado su vida por ti; y, por último, la mejor de la ciudad: cochinita xew, en lópez 107, centro histórico. es delicada, no roja sino casi amarilla, tiernísima, como un recado que te enviaron los mayas hace siglos y que hoy recibes –sorprendentemente.