Voy a cantar la loa del cabrito,
cantar pierna, paleta y riñonada
(con esa entraña que es joya enterrada
y vive entre la realidad y el mito).
Voy a cantar con todo mi apetito
una canción de amor desesperada:
Bestiecilla al pastor o bestia asada,
cabrito al horno y hasta cabro frito,
alzo por ti este breve monumento,
por tu piel en que brilla algo ambarino,
por tu carne perfecta y que no muda.
Tierno cabrito, piénsote en mi cruda:
no faltes –ya lo dijo el argentino–
a mis labios en el postrer momento.
Wednesday, 23 November 2011
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